Este whisky canadiense, el único single malt producido en aquél país, fue presentado en el año 2000 de la mano de la destilería Glenora, situada en Nueva Escocia. Quizá por este motivo, y porque tan sólo cuentan con una producción de 2.000 cajas al año, Glen Breton tiene un precio que no justifica el producto que vende.
Una cosa es que el whisky sea bueno, que lo es, pero competir en el mercado de los Rare Malts es difícil, con destilerías con mucha tradición y décadas de conocimiento, con envejecimientos mucho más largos, con mejores maderas o mejores alambiques, turbas, maltas propias, etc.
Lo cierto es que los primeros años de Glenora Destillery fueron muy inciertos, tanto financieramente como con el resultado del producto final. Hoy por hoy, podemos afirmar que han saneado su situación, ajustado algo los precios y que el sabor de su whisky se ha ido consolidando cada vez más, llegando a estándares de calidad mayores. Como siempre, es estos análisis siempre se tendrá en cuenta la relación calidad-precio, por ello, aunque Glen Breton pueda gustar más que otros whiskys, la puntuación se verá perjudicada por su elevado coste.
La vista
Glen Breton posee un color de oro pálido. La botella, etiquetada con el símbolo nacional canadiense, resulta más bien sobria, semejante a la forma clásica del whisky americano.
La nariz
Miel, toques de vainilla y un sabor muy ligero a humo. Al diluirlo con agua despiertan sus perfumes más dulces.
El paladar
A nuestro entender, el paladar es algo decepcionante en comparación a la nariz. Tiene toques de caramelo, maíz, roble tostado y quizás mazapán. El cuerpo es entre ligero y medio.
El final
Redondo y medio, con una dulzura persistente. Vainilla con toques de melocotón. También podremos disfrutar de un regusto ahumado.