En el último año, la demanda de whiskies americanos e irlandeses ha hecho crecer ambas categorías. No es de estrañar pues, que a principios de 2014 la Irish Spirits Association predijera que la exportación de whisky irlandés se doblaría, llegando a los 12 millones de cajas de 9 litros en 2020.
En los últimos meses José Cuervo, pensando en el crecimiento del whisky irlandés, compró Bushmills. Pese a que actualmente es Jameson la única marca de whisky irlandés que ha superado el millón de cajas vendidas, Bushmills le va detrás, y tal vez ahora, con un nuevo dueño sea el momento de la marca.
En cuanto al bourbon y al whisky americano, parece que la industria estadounidense se está poniendo las pilas, potenciando el renacimiento de los cócteles clásicos y enfocándose en la calidad y la producción artesanal. Aunque parece que ultimamente tienen problemas con la producción de barriles de roble americano, los productores de bourbon están aumentando su producción, y aprovechan para crear nuevas destilerías. Un ejemplo de ello es Brown-Forman, que invertirá 30 millones de dólares en la creación de una nueva destilería, la Old Forester Bourbon, y un centro de visitantes al que llaman la «Bourbon experience».
Tras el éxito que ha tenido estos últimos meses el whisky japonés, en gran parte debido a la decisión de Jim Murray de nombrar el mejor whisky del mundo al Yamazaki Sherry Cask 2013, parece ser que el whisky nipón va a inundar las estanterías de nuestros comercios habituales. De hecho, la destilería de Hakushu, perteneciente al grupo Suntory, recibirá una inyección de mil millones de yenes para expandirse y aumentar su producción un 30%.
También el éxito de Haig Club, el whisky de grano de Diageo, apunta a un aumento de las expresiones de esta categoría, tanto de marcas ya conocidas como algunas nuevas.
