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La guerra del impuesto sobre el alcohol

En Escocia hay ahora mismo dos grandes debates: uno es el de la independencia, y el otro (el que nos preocupa a nosotros) el del impuesto de 50 peniques por botella de alcohol vendida. La SWA (Scotch Whisky Association) con Gavin Hewitt a la cabeza, es quién lidera la lucha contra esta medida, que ya ha llegado a los tribunales (incluso a Bruselas), aunque no están solos. Los productores de vino y distintas asociaciones del mundo de los licores de toda Europa les están brindando apoyo, tanto jurídico como económico, para que la medida se cancele.

Sin duda, el Parlamento escocés ve en la medida la gallina de los huevos de oro, máxime cuando la producción de whisky es el sector que más beneficios genera en Escocia y dada la delicada situación, también, de su economía. La ley fue aprobada en mayo de 2012, aunque los continuos recursos legales han impedido, por el momento, que se implantara, sanción de de la casa real incluida.

Por supuesto, el gobierno escocés no esgrime la medida sólo como un salvavidas a sus finanzas, sino que además argumenta que es una tasa «disuasoria» para evitar el consumo excesivo de alcohol (¿os suena?). Según sus datos, estiman que el consumo de alcohol descenderá un 3,3% y pretenden reducir los delitos relacionados con el alcohol hasta 5.000 casos al año.

En nuestra humilde opinión, el alcoholismo es un problema que no se soluciona aumentando el precio del alcohol. Esto ya se intentó a lo largo de la historia (coincidiendo, casualmente, con épocas de recesión) y el resultado ha sido el florecimiento del alcohol ilegal, generalmente más dañino para la salud.

Si esta medida se aprueba, el resultado será un aumento generalizado de los precios del alcohol (se calcula que hasta un 70% o más), también para los que disfrutamos de él moderadamente. De hecho, quién tenga problemas con la bebida no dejará de beber, sencillamente buscará alcohol más barato y normalmente de peor calidad.

El problema del alcoholismo debe solucionarse por otras vías, quizá enseñando a que, para disfrutar y apreciar todos los matices de un buen whisky se debe beber con moderación. Quizá no haya que poner freno al alcohol, sino ampliar la cultura del buen bebedor.

Y vosotros, ¿qué opináis de la medida?

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